Abordar la desigualdad, recomponer las confianzas y disminuir la percepción de amenaza: claves para lograr el bienestar social
03 abril 2020En los últimos años, distintos países han experimentado crisis sociales, enraizadas en la desigualdad y la desconfianza hacia las instituciones y el modelo económico y social. Ante ello, ha vuelto a tomar fuerza la urgente necesidad de hacerse cargo de las inequidades y frustraciones que este modelo parece estar generando en gran parte de la población. ¿Guardan relación los indicadores económicos con el bienestar social? ¿Es necesario avanzar hacia nuevas mediciones que permitan comprender mejor las necesidades de la gente en un momento de cambio como humanidad? Son preguntas que se empiezan a repetir.
“Hay una discusión sobre desigualdad socioeconómica a nivel mundial, en que se espera que la democracia resuelva estos problemas, pero la gente siente que eso no ocurre. Hay una insatisfacción generalizada”, Marcela Ríos, Representante Asistente en la oficina de Chile del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La creciente desigualdad en diversos países del mundo ha exacerbado las divisiones y ralentizado los avances económicos y sociales. Esa fue una de las conclusiones del Informe Social Mundial 2020, publicado en enero pasado por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (Undesa, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas.
Y es que actualmente, el 45% de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico, de acuerdo con el Global Wealth Report, divulgado en octubre del año anterior, mientras que el 46% de la población total vive con menos de 5,5 dólares al día, señaló el estudio “La pobreza y la prosperidad compartida” del Banco Mundial, emitido en 2018.
Se trata de un tema que ha comenzado a adquirir relevancia en los últimos meses, como consecuencia del análisis y reflexión de las diversas movilizaciones sociales que se han desatado en distintos países del mundo. La desigualdad social y económica e incluso la diferencia en el acceso al poder entre los distintos grupos que conforman la sociedad, como las mujeres, estarían en la base de la violencia con que se ha manifestado este malestar. Esto ha llevado a algunos expertos a preguntarse si los indicadores y modelos utilizados hasta ahora están respondiendo a las necesidades y demandas de los ciudadanos.
“Hay una discusión sobre desigualdad socioeconómica a nivel mundial, en que se espera que la democracia resuelva estos problemas, pero la gente siente que eso no ocurre. Hay una insatisfacción generalizada”, dice Marcela Ríos, Representante Asistente en la oficina de Chile del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). A fines de diciembre, la organización publicó el Informe Mundial sobre Desarrollo Humano 2019, que propone, entre otras cosas, que la oleada de manifestaciones que se han producido en numerosos países han dado cuenta de la frustración de las sociedades. Esto, cuando “la desigualdad no solo tiene que ver con cuánta plata tengo, sino en cómo me tratan”, añade.
“Estamos en una coyuntura mundial en donde las instituciones están desacopladas de los tiempos de las personas y buscando fórmulas para reformarlo e ir reajustando los regímenes democráticos para enfrentar este desafío y funcionar mejor”, dice la socióloga y doctora en ciencias políticas, en entrevista con REDMAD. En ese contexto, cree que uno de los principales desafíos de cara al futuro “es recomponer esa confianza entre la ciudadanía, la política y las instituciones”, para hacer frente a estos “recurrentes ciclos de protesta global” que enfrentan por ejemplo “Hong Kong, Ecuador, Bolivia, Francia, Chile, entre otros, que muestran una tensión entre lo/as ciudadano/as y las democracias representativas”.
El caso chileno
“Se fue incubando en los más vulnerables y en la clase media una amenaza a su subsistencia. Una rabia con el modelo económico, que daba claras señales de abuso, inequidad y maltrato en su experiencia cotidiana en áreas claves como las relaciones laborales, el acceso a la salud y la educación”, León Guzmán, psicólogo, Máster en Ciencia Política, neurocoach, gerente general de la consultora Add-Value y consejero de REDMAD.
Chile vive desde el 18 de octubre pasado una crisis social sin precedentes desde el regreso a la democracia. Para León Guzmán, psicólogo, Máster en Ciencia Política, neurocoach, gerente general de la consultora Add-Value y consejero de REDMAD, esta ha sido gatillada, entre otras cosas, por “la falta de voluntad y visión de la elite política y empresarial para entender y leer las nuevas necesidades de la sociedad y hacer cambios, los que fueron generalmente entendidos como amenazantes y atentatorios contra sus privilegios e intereses”, dice. “Esto terminó por quebrar la estabilidad del contrato social que fue lo que le permitió a Chile tener un crecimiento nunca antes visto los últimos 30 años”.
“Desde la mirada de la neurociencia, el cerebro humano se mueve fundamentalmente en base a dos principios: alejarse de las amenazas y aproximarse a las recompensas. Sin embargo, estamos programados 5 a 1 para responder a las amenazas por sobre buscar las recompensas. Es decir, nuestra función principal es sobrevivir”, dice Guzmán. En este sentido, cree que “se fue incubando en el tiempo en los más vulnerables y la clase media una amenaza a su subsistencia. Una rabia con el modelo económico, que como contrapartida a las celebradas cifras macroeconómicas que mostraba la economía chilena, daba claras señales de abuso, inequidad y maltrato en su experiencia cotidiana en áreas claves como las relaciones laborales, el acceso a la salud y la educación”, añade el experto.
Esto, incluso cuando en los números, el país logró disminuir significativamente sus niveles de pobreza, pasando del 38,6% en 1990, al 8,6% en 2017, según datos de la encuesta Casen. A ello se suma el incremento en el gasto fiscal de educación y salud, y el salto en el PIB per cápita de US$ 5.933 en 1990 a US$ 15.130 en 2018, de acuerdo a datos del Banco Mundial.
Emmanuelle Barozet, académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile e investigadora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) propone otro elemento al análisis sobre Chile, relacionado al acceso a los bienes de primera necesidad. “La mercantilización de diversos ámbitos de la vida cotidiana trajo otro tipo de consecuencias que se tradujeron en malestar, como el endeudamiento, la discriminación socioeconómica, que se fueron arraigando en las últimas décadas”.
Construir sociedades sostenibles e igualitarias
Frente a este escenario, los expertos plantean la urgente necesidad de legitimar las instituciones del Estado y canalizar la participación ciudadana en la política para lograr la inclusión, cooperación y conexión entre todos los actores sociales. Esto, además de acabar con las brechas que reproducen la desigualdad y hacer frente a las transformaciones culturales para avanzar hacia un país con las mismas oportunidades para hombres y mujeres.
“Las transformaciones culturales tienen que ver con los roles que hay que ejercer, donde no hay una visión de que los hombres son proveedores y las mujeres cuidadoras, sino que hombres y mujeres tienen que estar en todos los espacios”, indica Marcela Ríos, quien subraya también que “las desigualdades de género son múltiples, se superponen unas con otras y son transversales a las mujeres en todas las esferas”.
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