Los desafíos pendientes en igualdad de género en la academia
17 mayo 2022La llegada a la rectoría de la Universidad de Chile de Rosa Devés, la primera mujer en este cargo en los 180 años de historia en la institución de educación superior, muestra que aún hay mucho por hacer en las universidades. Tres especialistas en género ahondan sobre este tema.
La elección de Rosa Devés como la primera mujer rectora en los 180 años de la Universidad de Chile, y de Magdalena Gandolfo como la primera mujer Contralora de la institución de educación superior, indican cuán necesaria es la búsqueda de la igualdad de género en las universidades. Este tema fue analizado por tres especialistas en género en el panel “Hacia la igualdad de género en las Universidades: experiencias y reflexiones”, organizado por el Departamento de género de la UDP.
Antonia Santos, coordinadora de la Comisión de Igualdad del CRUCH, comenzó reflexionando sobre el hecho de que el tema del género siempre ha sido un problema más que una oportunidad en las universidades. “Desde que se creó la primera unidad de género en una universidad chilena hasta que se pudo diseñar una política de igualdad, pasaron como nueve años. Esto nos indica que ese intervalo de tiempo se ha reducido, lo cual me parece muy bueno”, manifestó.
Sobre la Comisión de Igualdad de género del Consejo de Rectores, compuesta hace alrededor de cuatro años, añadió que este fue un cambio impulsado por las mujeres, dado que antes la única universidad que había instalado una oficina de igualdad de género era la Universidad de Chile en 2014. También indicó que la universidad es una institución que refleja muy bien el salto que se da desde la misoginia al sexismo. “Las aulas universitarias, durante muchos años, estuvieron proscritas o cerradas para las mujeres. Fue precisamente cuando ingresan las mujeres, bajo determinadas condiciones, cuando progresivamente se va avanzando en igualdad”, explicó.
Se han hecho muchas cosas en las 30 universidades del Consejo de Rectores con direcciones de igualdad de género, afirmó Antonia, pero con velocidades e intensidades distintas. También aclaró que el Estado ha estado ausente, pero valoró la ley 21.369, que existe desde septiembre y que marcó cuando el Estado reconoció explícitamente que hay violencia de género en las universidades e indicó sanciones.
Además, resaltó que se requiere construir un proceso que permita la transversalización del género en toda la estructura. “Ya tenemos las brechas, ahora tenemos que situar las barreras y empezar a distinguir qué ocurre verdaderamente al interior de las universidades si queremos garantizar plenamente el principio de no discriminación”, indicó.
Diagnóstico mediante encuesta
Teresa Valdés, coordinadora del Observatorio de Género y Equidad, manifestó que hicieron un diagnóstico en universidades públicas y privadas y confirmaron cómo las universidades producen y reproducen el orden de género. Han encontrado diferencias en las culturas institucionales, las políticas propias, las condiciones de relación con lo público, el tamaño y los modelos distintos de gestión. Sin embargo, hay temas compartidos, como la invisibilidad de la desigualdad de género. “Usamos una encuesta de opinión, virtual y auto aplicada, y es impresionante como sistemáticamente los hombres no tienen la misma percepción respecto de las dificultades que tienen las mujeres”, dijo Teresa.
En la muestra se recoge la sensación de privilegio de los hombres, informó, con salarios superiores, reconocimiento de su desempeño, autopercepción de conocimiento, menor exposición a la violencia y al acoso de connotación sexual, física o simbólica y mayor probabilidad de ejercer los cargos con poder en la estructura universitaria. Sobre cuál es la meta en relación al género, dijo que están las instituciones, sus normas y sus culturas. También están en los estamentos, los estudiantes, la investigación, la docencia: “Si uno va mirando va encontrando que todos los planos hacen la igualdad”.
También está el impacto de los cambios sociales y culturales en este proceso, como la gratuidad, la agenda feminista y de las disidencias sexuales, el cambio en la participación estudiantil y las transformaciones en la sexualidad y la diversidad. “Hemos visto el impacto de la ola feminista de 2018, que tiene dos dimensiones: una es la violencia y la otra es la diversidad y la exigencia del reconocimiento de los derechos sexuales y de género. La respuesta de las universidades ha ido por descubrir la magnitud de la violencia y el acoso sexual dentro de la institución”, detalló Teresa.
Además, está el impacto del estallido social y la pandemia, las potencialidades y limitaciones, las políticas de igualdad y la creación de oficinas de género como respuesta política, y las diversas resistencias. “Nada de esto es posible sin líderes comprometidos con la transformación, podemos sacar muchas normas, pero son papel si no influyen en este compromiso apasionado de que esto es urgente”, declaró.
La violencia masculina
Francisco Aguayo, de la escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y director de EME, se refirió a la violencia masculina y el acoso sexual en el contexto universitario. Le han pedido trabajar con hombres sancionados y funados, y también en la prevención. Desde el 2015 ha visto varias denuncias de mujeres por acoso de profesores, gracias al movimiento feminista, y casos de acoso entre estudiantes, dentro y fuera de la universidad. “Los hombres somos los principales perpetradores de la violencia, pero hay poca política, respuesta y trabajo con la población masculina”, dijo.
Varios estudios cuantitativos hablan de del nexo entre masculinidad y la violencia que ejercen los hombres, y lo relacionan con su biografía, sus comportamientos y con el consumo de alcohol, por ejemplo. Hay un grupo de hombres que es más peligroso para las mujeres, vinculados a la masculinidad tóxica, pero también hay otro grupo de hombres que puede ejercer violencia en un momento de oportunidad, afirmó Francisco.
Otro punto es qué les pasa a los hombres con el movimiento feminista y el acoso sexual. “La masculinidad está siendo interpelada e incomodada, hay hombres que están reflexionando en las universidades y otros que están muy amenazados y respondiendo con más violencia”, advirtió Francisco. “Hay una paradoja donde también hay violencia masculina contra las disidencias sexuales en las universidades, pero este tema no ha tenido suficiente abordaje”.
Para avanzar en políticas y programas con la población masculina, Francisco considera: “Necesitamos sensibilización, prevención y tener una oferta de talleres de reflexión con los estudiantes hombres, profesores y las personas que toman decisiones para ir avanzando en que se involucren en las políticas y la respuesta”. Concluye que se requiere trabajar con hombres para prevenir, también específicamente con la población que ha ejercido violencia y, además, con la comunidad “para avanzar juntos en la construcción de entornos más seguros para las mujeres, disidencias y hombres”.
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