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Nancy Folbre, economista: “La infraestructura del cuidado es una inversión productiva”

22 octubre 2021

La reconocida experta de la Universidad de Massachusetts Amherst fue invitada especial del Summit REDMAD, en donde abordó la importancia de reconocer las distintas tareas de cuidado y planteó que hoy hay “mucho interés en cómo renegociar el contrato social de una manera que proporcione más recompensas y apreciación por el trabajo de cuidados”.

Para Nancy Folbre, el sector del cuidado es una parte crucial de la economía, pero que opera de manera diferente a otros negocios y, por eso ha sido poco valorado por las naciones.

Profesora emérita de Economía y directora del Programa de Trabajo de Género y Cuidados en el Instituto de Investigación de Economía Política de la Universidad de Massachusetts Amherst, Nancy Folbre –invitada especial del Summit de REDMAD– ha estudiado hace décadas la conexión entre la economía política y la teoría feminista. Esto, con un énfasis particular en el valor del trabajo de cuidados, que realizan mayoritariamente las mujeres.

Se trata de un tema que ha sido particularmente destacado durante la pandemia. Los cierres de escuelas y guarderías llevaron a muchas madres del mundo a un punto crítico, ya sea por la pérdida de sus empleos o por estar completamente sobrecargadas. En Estados Unidos, según un informe de la Oficina del Censo, 1,4 millones de madres con niños en edad escolar se retiraron de la fuerza laboral debido a la carga que les supuso el cuidado de sus hijos durante la pandemia. Una carga que consideraron incompatible con sus trabajos

En Latinoamérica pasó algo similar: de acuerdo con un estudio de la CEPAL, la tasa de desocupación de las mujeres llegó al 12% en 2020. Ese año, explica la investigación, “se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza laboral, quienes, por tener que atender las demandas de cuidados en sus hogares, no retomaron la búsqueda de empleo”. Ya en Chile, según datos del INE, durante la pandemia 900 mil mujeres han perdido sus empleos y de este total un 88% no pudo buscar trabajo hasta por lo menos diciembre de 2020.

Todo lo anterior evidenció más que nunca la importancia del trabajo de cuidados. Sin embargo, como plantea Nancy Folbre, estamos frente a una importante paradoja: “Las personas que proveen cuidado están produciendo algo que es muy valioso, pero no están capturando ese valor de manera individual”.

Para ella, la economía del cuidado puede definirse como el proceso de producción, desarrollo y mantenimiento de las capacidades humanas. Su “producto”, por tanto, no es una mercancía, “sino más bien los recursos humanos y la pequeña fuerza de trabajo de la economía”. Por ello, considera que “la infraestructura del cuidado es una inversión productiva”.

En ese sentido, ha argumentado a lo largo de su trabajo que no se puede medir la productividad de un trabajo doméstico o de un centro de cuidado infantil, de la misma que forma que otros tipos de negocios. Esto, porque los incentivos no se asemejan en nada y las ganancias no van solo al propietario de esos centros de cuidado: los beneficios los comparten los niños y sus padres y la sociedad en su conjunto. “Muchos trabajadores de la salud, educación y servicios sociales reciben sueldo, pero usualmente, producen y proveen más de lo que se les paga por su compromiso hacia el bienestar de los otros”, sostiene.

Avanzar hacia el reconocimiento

Aunque durante muchos años economistas de varias corrientes planteaban que el trabajo de cuidado era algo que las mujeres en muchos casos hacían por amor y que era prácticamente imposible de ser considerado como un problema económico, hoy la situación ha cambiado. Nancy Folbre dice que hay “mucho interés en cómo renegociar el contrato social de una manera que proporcione más recompensas y apreciación por el trabajo de cuidados”.

Según la economista, las mujeres están cada vez más conscientes del valor de su trabajo y de que no se les reconoce lo suficiente. No obstante, cree que esto no debe ser considerado como como un tema de mujeres: al fin y al cabo, todos los grupos económicos que son menos favorecidos se ven perjudicados cuando se fracasa al proveer salud, educación y servicios sociales adecuados. Ante ese cambio de paradigma, la llamada economía del cuidado busca cada vez más resaltar esa situación y dar a conocer su importancia económica.

Para eso, una herramienta potente, comenta la experta, es utilizar encuestas sobre el uso del tiempo, muestras nacionales, representativas y aleatorias de todo el país en las que se les pregunte a las personas cómo están utilizando su tiempo, cuánto tiempo están dedicando al trabajo no remunerado, cuánto tiempo están dedicando al cuidado de niños y adultos mayores, o bien preguntarse: “Si le hubieses pagado a alguien para hacer este trabajo en lugar de hacerlo tú mismo, ¿cuánto habrías tenido que pagar probablemente?”.

Más allá del PIB

La experta también considera que para avanzar en la agenda de infraestructura del cuidado es necesario avanzar hacia una coalición amplia que incluya a todos los grupos que podrían beneficiarse de ella. Esto, advierte, requiere “de movilización activa y compromiso”.

Entre otras cosas, la economista recomienda pensar en estrategias específicas para cada país y dejar de pensar solamente en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).

Desde hace años distintos economistas han enfatizado en ello. La Asamblea General de la ONU ha recomendado a los Estados Miembros buscar otras medidas que integren la importancia de la felicidad y el bienestar en el desarrollo, lo que se relaciona con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que tienen la premisa básica de “no dejar a nadie a atrás”. También está el caso de Nueva Zelanda, que desde 2019 ha creado un presupuesto gubernamental que incorpora al bienestar como eje rector. Incluso el Banco Mundial ha llamado a los países a fijarse en el capital humano, argumentando que “es el componente más importante de la riqueza mundial, lo que indica que es necesario invertir en la gente”.

Para Nancy Folbre, si bien es importante pensar en el PIB, es mucho más relevante evaluar otras dimensiones de la experiencia humana, indicativas del bienestar como la expectativa de vida, la educación, la criminalidad, entre otros. “Todas estas son medidas de éxito en la inversión de recursos humanos y son, en última instancia, las que van a determinar nuestra habilidad para enfrentar los desafíos de las pandemias y el cambio climático”, concluye.

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