Opinión

Equidad de género y desarrollo profesional: hagamos doble click

06 mayo 2024

Durante la pandemia, la imagen quizás más representativa de quienes podían hacer teletrabajo era la de un hombre eligiendo el lugar más aislado y tranquilo de la casa para convertirlo en su oficina, y la de una mujer sentada en el comedor, es decir, en el centro de operaciones del hogar. Esa imagen nos transmite que ambos tienen a su familia y a su trabajo en un lugar de importancia en su vida, pero el aterrizaje de esta concepción varía mucho dependiendo del género.

Los resultados de nuestro estudio “Abriendo la caja negra 2.0: factores que impactan en el camino hacia la alta dirección” sustentan esa lectura. Una de las secciones más interesantes de dicho informe corresponde a la siguiente pregunta abierta: “Si tuvieras que pensar en tu vida laboral hasta ahora, ¿cuáles crees que han sido los factores que más han facilitado tu desarrollo profesional?” Llama la atención que hombres y mujeres, en igual porcentaje (31%) ubican en tercer lugar aquello que podríamos considerar como la dimensión de “Motivación y salud mental”, que incluye aspectos como la pasión por el trabajo, la vocación y ganas de trabajar, mantener una actitud positiva frente a los desafíos, la importancia de la salud mental, controlar las emociones y la espiritualidad para mantenerse equilibrado.

Es una buena noticia que hombres y mujeres le asignen el mismo nivel de relevancia a este ámbito, el que, en la encuesta, fue superado solo por “Habilidades Personales” y “Educación y capacitación”, que se ubicaron en primer y segundo puesto, respectivamente. La dimensión “Motivación y salud mental” nos habla de que estos profundos temas -que finalmente tienen relación directa con la capacidad de autorrealización- son transversales y, por lo mismo, las empresas deben ponerles atención.

Los y las profesionales requieren de un sentido de propósito para desplegarse en sus carreras; necesitan también que les den espacio para trabajar su interioridad y para encontrar puntos de coincidencia entre aquello que los mueve y aquello que mueve a la organización, y que queda justamente estampado en la frase que cristaliza su propósito empresarial.

Sin embargo, si hacemos doble click, encontramos rápidamente brechas. Y para ello no hay que ir demasiado lejos: la misma pregunta que estamos comentando arrojó que, en cuarto lugar, aparece la dimensión “Redes de apoyo y oportunidades”, que apunta a la influencia del apoyo familiar para poder trabajar y tener tiempo, las redes de contactos profesionales y las oportunidades que brindan.

En este caso, la importancia relativa que ambos géneros le dan a este aspecto varía ostensiblemente: 28% para mujeres y 17% para los hombres. Más decidor aún resulta el que, si miramos las brechas intergeneracionales, previsiblemente las mujeres más jóvenes -que están en etapa de crianza- le asignan más preponderancia que las mayores. En el caso de los hombres, no hay brechas intergeneracionales, lo cual es profundamente llamativo y, claramente, nos dice que este tema no es tema.

La vinculación de ambos factores es evidente. Para que una persona pueda desplegar sus talentos, requiere de espacio, de concentración, de cierta higiene mental. Para los hombres, esto último está más resuelto que para las mujeres; de lo contrario, la dimensión tendría más importancia en su mirada panorámica sobre el desarrollo de carrera.

Por ello, es clave reiterar lo que hemos dicho en varias ocasiones: se necesitan crear las condiciones para que hombres y mujeres puedan tener un desarrollo armónico y fructífero, donde los ámbitos personales y laborales convivan en armonía.

Y en ese sentido, la responsabilidad tanto de las organizaciones como de la política pública es insoslayable. Respecto de este último punto, nuestro estudio arrojó que aquellas que introducen dispositivos estructurales de equidad son las que más diferencias muestran en el apoyo inter género, como la Ley de Conciliación y la Ley de 40 Horas (brecha de 12 y 11 puntos porcentuales a favor de las mujeres, respectivamente). Abordar la parentalidad con una mirada sistémica, que tenga a la equidad en el centro, es clave para que las oportunidades de desarrollo florezcan para todos y todas.

Este ejercicio nos muestra que, en temas de género, hay que detenerse; no solo mirar, sino escarbar en la realidad que esconden los datos. Y este breve análisis nos vuelve a mostrar que la equidad es un proceso aún en barbecho, pero que debe apurarse.

Desafíos tan urgentes y delicados, como contrarrestar la baja de la natalidad, pensiones y promover un mejor desarrollo humano para todos los ciudadanos, dependen de ello.

María Ana Matthias
Presidenta de REDMAD

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